“Los ladrones del camión radioactivo deben acudir al hospital o morirán”
Los asaltantes de un camión en México han estado expuestos a altas dosis de cobalto-60, un material radioactivo
Juan Diego Quesada México 5 DIC 2013 - 19:13 CET22
Equipo robado de teleterapia que contiene una fuente radioactiva. / HO (AFP)
Los ladrones de un camión que transportaba material médico en México han estado expuestos a altas dosis de radiación, ya que manipularon la carga y estuvieron en contacto con Cobalto-60, un material radioactivo. "Seguramente deberán acudir a un hospital o morirán", expuso un físico de la comisión encargada de la seguridad nuclear en el país, Mardonio Jiménez.
El asalto del camión, que llamó la atención de la Agencia Internacional de la Energía Atómica de la ONU debido a que se trata de un material peligroso que puede ser utilizado para fabricar bombas, se produjo el lunes, y militares y policías estuvieron buscándolo hasta que fue encontrado el miércoles. El vehículo apareció en una tierra de cultivo de maíz y frijol de Hueypoxtla, un pueblo del Estado de México, a unos 40 kilómetros de donde se había producido el robo.
Los asaltantes, que no han sido identificados por ahora, sacaron la caja con el material radioactivo del camión y lo trasladaron hasta un campo agrícola. El cabezal del aparato médico fue resguardado en una casa. "Por curiosidad o por lo que fuera sacaron esa fuente. No sabemos dónde están estas personas", explicó Jiménez. El área que podría estar contaminada por la radioactividad ha sido desalojada en 500 metros a la redonda. La principal hipótesis de las autoridades es que los ladrones, que robaron al camionero de madrugada en una gasolinera, no eran conscientes del peligroso botín que se estaban llevando. El equívoco puede costarles la vida.
El Gobierno le ha dado máxima prioridad al caso. La presidencia de la República está al tanto del desarrollo de los acontecimientos. Las autoridades esperan que los afectados se presenten en las próximas horas en algún centro médico con un cuadro de náuseas y vómitos, ya que su exposición al material es dada como un hecho. El Cisen, el organismo de inteligencia, es el encargado de manejar este tipo de cuestiones que afectan a la seguridad nacional.
La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), el organismo de la ONU que dio a conocer la denuncia de México, expuso que en base a la información que les han hecho llegar las autoridades locales los asaltantes corren un riesgo grande pero que los vecinos del pueblo están a salvo. "La población está a salvo y continuará segura", explicó la institución en un comunicado. En el pueblo se ha desplegado un importante operativo gubernamental.
El conductor del camión fue reducido en una estación de servicio y atado de pies y manos en un descampado cercano. Valentín Escamilla, trabajador de la empresa Transportes Ortiz, venía conduciendo desde Tijuana, ciudad fronteriza con Estados Unidos, y estaba a punto de llegar a su destino, un almacenamiento de residuos situado en Tamascalapa, en el centro del país. La procuraduría -fiscalía- ha abierto una investigación para tratar de esclarecer lo sucedido, pero ya hay pistas de irregularidades graves: el vehículo no contaba con GPS ni con medidas para asegurar la carga.
Las horas corren en contra de los ladrones. Deben estar preguntándose, si es que están atentos al revuelo generado, de si están ante una amenaza real o las advertencias de las autoridades no son más que una treta para sacarlos de su escondite.
El cobalto utilizado para fines médicos suele tener niveles muy altos de radiación, aunque se van reduciendo cuando se va haciendo uso del aparato que lo contiene. Mientras no se dañe el cabezal no existe riesgo de propagación de la radiación pero una vez que se abre se extiende de forma rápida. El material no puede utilizarse en la fabricación de un arma nuclear convencional pero sí como componente esencial para crear una bomba sucia, un artefacto que expande material radioactivo.
Emergencia nuclear en el corazón de la pobreza
Un material radioactivo robado en México acabó en las tierras de cultivo de unos jornaleros que quisieron convertirlo en chatarra
Juan Diego Quesada México 9 DIC 2013 - 03:41 CET25
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Flores, en primer plano, el hombre que arrastró la cubierta nuclear a casa / J.D.Q.
Los jornaleros que se levantaron al alba para deshojar el maíz se encontraron en mitad del campo con una misteriosa mole de hierro. En un costado había una etiqueta. Material radioactivo. Hay una lista de 23 personas que intentaron cargar sin éxito la estructura de acero durante esa mañana. De uno en uno. En parejas, tríos y cuartetos, con tantas manos como permitía el volumen del artefacto. Finalmente, tras dos horas de intentonas que habían dejado el sembradío abandonado, apareció el expolicía Mauro Flores con un tráiler y una soga para llevárselo a casa. Le pareció una idea brillante.
-Se me ocurrió así nomás. Vendido como fierro viejo me dan unos 4.000 pesos (300 dólares). Hay que trabajar mucho para ganar eso.
Los vecinos de Hueypoxtla, un pueblito de carácter agrícola aunque con los inconvenientes de las zonas semiurbanas mexicanas, como el tráfico y la marginación, estaban ante el caparazón de una unidad médica que contenía cobalto-60, un material radioactivo que puede resultar mortal para los humanos si el contacto se prolonga durante cuatro minutos. El camión que lo trasportaba fue robado un día antes en una gasolinera y los ladrones abandonaron la carga en este lugar. Juan Andrés Flores, un labrador de bigote y sombrero, fue uno de los primeros en toparse con el amasijo de hierros y cables: “Me pudo la curiosidad”.
La desaparición del camión puso en entredicho durante horas la seguridad nacional. El Gobierno avisó del suceso al organismo de control nuclear de la ONU, quien emitió una alerta. Temían que el cobalto pudiera caer en manos de organizaciones terroristas que quisieran elaborar bombas sucias, artefactos que expanden la radioactividad en el momento de ser detonadas. La CIA, en 2004, hizo público un informe en el que señalaba que Al Qaeda tenía capacidad logística para fabricarlas. Se movilizó a la policía y al Ejército.
Desde el principio quedó descartada la posibilidad de que un cartel de la droga estuviera involucrado en el robo. No existen sospechas de que las organizaciones criminales pretendan aumentar su arsenal con armas nucleares, pese a su deriva violenta y descontrolada en los últimos años. El asalto –atacaron al camionero de madrugada en una gasolinera de Tepojaco y lo ataron de pies y manos en un descampado- tenía la firma de las bandas del Estado de México, el más poblado del país, que circunda al DF. “En ese momento no sabíamos si era más peligroso tener sueltos a unos ladrones profesionales o a unos pendejos que no tenían ni idea de lo que tenían entre manos”, señala uno de los investigadores federales.
Los vecinos de Hueypoxtla escuchan las indicaciones de un ingeniero de la comisión nuclear mexicana. "No se acerquen", les pidió Jaime Aguirre
La policía solo tuvo que seguir el surco que había dejado en la tierra un artefacto de cuatro toneladas de peso arrastrado por un tráiler. El camino conducía a la casa del exagente de la ley Mauro Flores, reciclado ahora en conductor de vehículos de carga pesada. Las huellas de la maniobra todavía podían verse días después por las calles del pueblo. “Yo cómo iba a saber”, cuenta en un garaje anexo a su vivienda. Ahí guarda una soldadora, un tanque de oxígeno, cuerdas, poleas, llantas y hasta una carretilla que usó para llevarse una segunda pieza, el cabezal del equipo médico. Es un hombre de recursos y eso le proporcionó una ventaja competitiva respecto a los agricultores que querían movilizar el trozo de acero tan solo con la fuerza bruta. Fue detenido por ser el principal sospechoso del asalto al camión e internado, junto a toda su familia (mujer, hijo, hermano, cuñado…), en un hospital.
En Hueypoxtla costaba creer que Flores estuviera tras el robo. Un familiar tiene antecedentes por asaltos de medio pelo pero él tiene un expediente intachable. “Es buena onda. No le iba eso de las mordidas (sobornos). Se salió porque no le llegaba el sueldo”, comenta un policía municipal que trabajó con él. Más tarde se comprobó que su único pecado había sido esconder el artefacto en casa. Donde todavía está. Nadie se lo ha llevado. ¿Qué va a hacer con él? “No sé”.
Los físicos de la comisión nuclear mexicana comprobaron que la vivienda de Flores estaba libre de radiación. La estructura de acero que recubría el cobalto no era más que eso, un trozo de acero. Y él, un señor que quería ganarse unos pesos vendiendo chatarra.
Los ladrones fueron los que quitaron el sello de la carga. El material se esparció en el campo y puede que sean los únicos que hayan estado en contacto directo con la fuente. Después huyeron a bordo del camión, que más tarde fue encontrado en un pueblo cercano. La policía detuvo a cuatro hombres implicados en el asalto y a un quinto por comprar el vehículo. Un menor, de 16 años, presentó declaración como testigo. Los seis pasaron más de 12 horas en el hospital con vómitos y deshidratación pero se recuperaron, de lo que se deduce que su exposición a la radioactividad no fue demasiado prolongada.
La fuente de cobalto sigue ahí, en medio del campo. Las autoridades han colocado un cerco de 500 metros alrededor de donde se supone que está. Policías de cuatro corporaciones, marines, militares, miembros de protección civil, helicópteros, tiendas de campaña, gabinetes de crisis cada varias horas. Es el aspecto de una zona en estado de sitio. Los expertos están esperando que un robot que tiene que llegar de Estados Unidos sea quien recoja la carga y la guarde en un lugar seguro. Los campesinos de la zona, tras el perímetro de seguridad, observan atónitos la escena.
Jaime Aguirre, ingeniero de la comisión nuclear, los reunió a todos el viernes y les explicó que no corrían ningún peligro. El alcalde del pueblo vino a decirles lo mismo. Juan Pérez, líder de los jornaleros, al que las autoridades llaman “el revoltoso”, no se quedó del todo convencido. Exhibió la lista de los 23 que manosearon el equipo médico. No han sido sometidos a ninguna revisión.
Un hombre vestido de San Judas Tadeo, a lo lejos, cortaba tunas. Ajeno completamente a la crisis que se vive en su pueblo. La señora Jovita Pineda transportaba una bolsa de higos. ¿Estará preparada para evacuar la zona en caso de una emergencia radioactiva? “¿Correr? ¿Hacia dónde?”, contestó y siguió su camino.
El 4 de diciembre pasado notificaron el acontecimiento de que robaban un bulto de cobalto 60 en el estado de México. Sin embargo, el robo ocurrió el primero de este mes; parece que se tenía control de la información.
Nuestra inquietud aumenta cada vez. Medios internacionales (El País, Die Zeit, Kyodo, etcétera) siguieron este problema hasta Temascalapa, donde se ubica el depósito de residuos nucleares.
Nosotros, habitantes de las zonas de fraccionamientos de norte del estado de México, tenemos derecho a saber acerca de esa instalación nuclear. Según un noticiario, la instalación Cader inició operaciones en 1970. Queremos saber su situación actual y su estructura, la evaluación reciente de la ONU, las empresas de operaciones nucleares y la actividad informática de los gobiernos estatal y federal sobre la emergencia.
Vivimos en Tecámac, a 20 kilómetros del Cader; en caso de ocurrir algún incidente, seremos afectados. Sin embargo, no hemos tenido ninguna información confiable de la autoridad sobre la función actual de esa instalación. Por lo menos tenemos que saber los resultados de la investigación sobre las enfermedades que padecen los habitantes que viven en el diámetro de 60 kilómetros de Cader, Temascalapa.